Hay que escribir

María José Ramírez
3 min readMay 25, 2022

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(Odio no poder escribir desde el celular en Medium.)

Pero odio más no escribir. Que los días se me vayan en el doomscrolling, como dicen ahora los chavos. Me encanta echarle la culpa a los chavos o adjudicarles cualquier novedad debida a mi ignorancia. Pero aunque no sea chava sí sé lo que es estar condenada a bajar y a bajar en la falsa línea del tiempo y comerme cada una de las malas noticias del día a día, mezcladas con arte, perritos, pensamientos de personas que me importan, gatitos, opiniones que me importan, opiniones que no me importan de personas que me importan, odio, falta de comprensión lectora, pensamientos de gente que nunca he conocido, ansiedad de amigos y ansiedad de desconocidos, ansiedades de todos, libros, anuncios pagados y más malas noticias.

Ahora escucho un podcast los martes que se llama Señoras Punk. Me hace sentir en medio de una conversación de amigas. Últimamente, extraño conversar de temas importantes y nada importantes con mi amigo José. Será porque me siento desconectada, en general. Extraño mucho reírme y molestarlo por su intensidad cuando yo soy igualmente intensa.

En algún episodio del podcast, Amanda dice que odia hacer small talk. Yo también. Me gustan las personas con las que se llega a la carnita de inmediato. La amistad es como un trueno, dicen las Señoras Punk, cae o no cae.

Hace unos meses, cuando la colitis me tenía permanentemente adolorida (y padecía, sin saberlo, de anemia) tomé un taller con Daniela. Hay algo sobre el cuerpo que no acabamos de entender. El cuerpo habla, no es mero envase de nuestras grandes ideas, portador de órganos, lavadora con patas.

Daniela dijo algo sobre el dolor como el cuerpo tratando de cambiar, de moverse de lugar.

Hace meses leí sobre el cambio de piel de las serpientes. Sigo preguntándome si les duele. Sigo sabiendo que el cambio debe ser total, porque si es parcial, las serpientes se enferman y mueren.

Yo pensaba hace meses que era el encierro. Y sí era.

Pero salir a la calle no nos saca de nuestras costras de piel resecas. Hay que salir y moverse y bailar y estar absolutamente dispuesto a no hacerle chit-chat a la vida. Podemos estar en silencio, pero estar.

Estoy convencida de que a la gente que le gusta hablar sólo del clima es la misma que no escucha nada más que a su propio ano.

Las redes sociales hacen del tiempo una charla hueca permanente.

Todo es relevante en igual medida. Todo es irrelevante en igual medida. Y hay que arrojarlo todo al hoyo negro, todo el tiempo, no parar. Si paras, el algoritmo te desprecia, porque exige de ti tu presencia permanente en esa maldición enajenante y angustiante de los perritos y las malas noticias.

Es el fin de los tiempos. Es el fin de estos tiempos. Es el fin del arte (?).

Leo a cuenta gotas. Escribo a cuenta gotas.

Cualquier cosa que esté fuera del teléfono es mejor.

El encierro del cerebro en la pantalla pequeña. Lo de hoy es la ansiedad.

Y yo quiero salir a escribir como se sale a jugar.

Como cuando los niños dicen espontáneamente: “Hay que jugar a esto”. Antes de que la tinta se evapore, sin ningún otro propósito más que el acto en sí mismo.

Ilustración: Richard Scarry.

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